El español chileno es un idioma que posee una gran mezcla de influencias en su lengua, ya que no es válido contar sólo a los españoles e indígenas presentes en la colonización de América, sino que también debemos considerar la evolución efectuada gracias a la globalización e influencia norteamericana.
Así como en Chile existe un caso especial del transcurso y crecimiento del idioma, cada país latinoamericano tiene su propio desarrollo lingüístico, en donde no se pueden obviar las fuertes influencias marcadas por claras distinciones que existen entre las principales lenguas, de las cuales demostraré la fusión del castellano y distintas lenguas autóctonas a lo largo del continente hispano-hablante.
Chile en su español, posee dos grandes influencias indígenas, la quechua y la mapudungun, sin embargo, al igual que varios de los países que hablan español, existe un reciente asentamiento de modismos provenientes de Estados Unidos y del mundo anglosajón. Podemos constatar estas influencias a través de concretos ejemplos.
De origen Quechua:
Cocaví: colación ligera para viaje.
Cochayuyo: un alga comestible, diferente a la que tiene el mismo nombre en Perú.
Encachar: embellecer; hacer bonito, atractivo.
Guagua: niño pequeño, bebé, lactante, sin distinción del sexo.
Huincha: tira delgada de algún material flexible. Originalmente cuerda de un largo estandarizado, usada para medir.
Llevar al apa: cargar a alguien en la espalda.
Nanay: caricia para calmar el dolor.
Ñeque: energía, fuerza, vigor.
Pitearse una cosa: romper.
Taita: padre (usado en zonas rurales).
De origen Mapudungun:
Achunchar: apocarse, ruborizarse.
Cahuín: ha tomado el sentido de un chisme, un enredo de “dimes y diretes” o, también, una fiesta algo clandestina o una batahola.
Cuncuna: oruga.
Curiche: persona de piel oscura o negra.
Malón: una fiesta.
Pailón: de espaldas muy grandes.
Pichintún: un poco.
Trifulca: un combate desordenado, una batahola.
De origen no hispano:
Bifé (francés buffet): aparador o gabinete, mueble con cajones.
Bistec (inglés beefsteak): filete de carne de vaca, ternera o buey.
Budín (inglés pudding).
Chao (italiano ciao): adiós.
Chutear (inglés to shoot): disparar (usado en el fútbol).
École, école cua (italiano eccole qua): tal cual, exacto; así es, claro.
Kuchen (alemán): una especie de tartaleta de frutas.
Living (inglés living room): sala de estar, cuarto de estar, salón.
Luquear (inglés to look): echar una mirada, un vistazo.
Queque (inglés sponge cake): bizcochuelo.
Tincar (inglés to think): parecer.
En Argentina podemos encontrar un fenómeno moldeado por la inmigración de en su mayoría italianos al país, fenómeno en el que se crea una jerga paralela llamada lunfardo, la cual es creada por las clases sociales más pobres, convirtiéndose más adelante en parte del habla porteña. Muchas de sus expresiones llegaron con los inmigrantes italianos, creando así una inmediata fusión de los dos idiomas, llamada Cocoliche, en el que la acentuación toma gran importancia, ya que se transformaría en el principal distintivo actual del idioma argentino, singularidad a la que le podríamos agregar el marcado sonido de la “ll” proveniente de la herencia guaraní, entre otras características de origen indígena.
El español en Perú tienes marcadas diferencias con el chileno a pesar de ser vecinos y compartir las influencias quechuas. Tales diferencias se hacen más notorias en las zonas rurales del país, evidenciando en el aspecto fonológico el peculiar ritmo y la acentuación grave, además del abuso de los diminutivos, el loísmo, uso innecesario de “no más” y “pues” y la utilización de verbos al final de la frase pueden demostrar eminentes distinciones de la lengua chilena.
En Venezuela, el español contiene en su herencia dialectos de España provenientes de Andalucía y Extremadura, y bastante más alejado de la península Ibérica, se mezclarían con la lengua de los que venían de las Islas Canarias, siendo éstos los primeros que llegaron, y los que marcarían muchas similitudes entre el dialecto andaluz y el de Venezuela; tales como el ceceo, la pérdida de la “d” intervocálica, o la preferencia de diminutivos como “ico” e “ica”, formando esta última característica parte común de países como República Dominicana, Colombia, Ecuador, Costa Rica y Cuba, acentuando la similitud que tiene el acento venezolano y ecuatoriano con los países de América Central.
Cuando los españoles llegaron a la zona actual de Costa Rica en el siglo XVI, establecieron el idioma español como lenguaje predominante del sector, teniendo un acento similar al de Nicaragua, lo cual los diferenciaría de los demás países de Centroamérica. Aquí encontramos esta singularidad en modismos como el “Ustedeo”, el “Tuteo” y el “Voseo”, que forman parte de la división de acuerdo a la formalidad del contexto en que sean empleados, y la fuerte pronunciación de la “r”.
En el caso de Cuba, su zona corresponde a uno de los primero territorios en ser colonizados por los españoles que traerían una amplia gama de dialectos peninsulares, los cuales sobrepasarían las lenguas étnicas del lugar, ya que el mestizaje fue casi nulo, y la posible influencia en la posterior llegada de los esclavos africanos fue abolida con la opresión proveniente de la culturalización española a través de la religión e idioma, cuya única pincelada de las ya derogadas poblaciones originarias, sería el acento que podemos establecer primeramente mediante la pérdida de la “d” intervocálica, y demarcada pronunciación nasal de la mayoría de las palabras terminadas en “n”.
El español mexicano tiene patrones repetidos en cuanto a la fonética de su lengua, con las que podemos contar al yeísmo y al ceceo. Pero en el caso de este país, podemos ver una particularidad que tiene que ver con la extensión territorial del mismo, tomando en cuenta la diversidad de inmigraciones desde lo que ahora es Estados Unidos y de la península Ibérica (influencia marcada por los vulgarismos empleados de los colonizadores que llegaban al continente, dándole un carácter rústico), además de la riqueza étnica que existía proveniente de los mayas y aztecas, los acentos se diversificaron de tal forma, que México se volvió un verdadero mosaico de entonaciones.
Del origen náhuatl, lengua azteca, hay aproximadamente un millón y medio de hablantes en México que comparten esa lengua con el español, podemos sacar las siguientes palabras de ese origen llamados nahuatlismos: cacahuate, cacao, coyote, cuate, chapulín, chicle, chocolate, ejote, elote, guachinango, guajolote, hule, tomate, mayate, mecate, milpa, olote, papalote, petaca, piocha, zopilote, ajolote, chichi, jacal, xocoyote, tecolote, tianguis, tlapalería, zacate.
El español en toda América sería uno sólo si no fuera por las fuertes tendencias étnicas de cada territorio, siendo lapidario en algunos casos la ausencia del mestizaje, como se puede ver en la poca influencia étnica de Cuba, contrastando con el fuerte acento distintivo de México proveniente de los aztecas; dándole al español una identidad que nos distingue de nuestros colonizadores.